No me rindo by Santiago Abascal

No me rindo by Santiago Abascal

autor:Santiago Abascal [Abascal, Santiago]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 2014-05-01T04:00:00+00:00


VIII

DE JUANA DE ARCO A JUANA LA LOCA

Fue Francesco Cossiga —presidente de la República de Italia entre 1985 y 1992— uno de los pocos políticos del mundo que cuando Ibarretxe acudió a venderle su plan no le echó con cajas destempladas de su despacho, ni buscó la cámara oculta por si se trataba de una broma, ni llamó a seguridad para que se llevaran de allí, daba igual si esposado o con una camisa de fuerza, a aquel iluminado de zapatos relucientes. Cossiga no solo le recibió, sino que aceptó la invitación del lehendakari para viajar al País Vasco y recoger el Premio Sabino Arana en su edición de 2001. Nada más descender de la escalinata del avión, Cossiga hizo gala de su talante, de su mal talante, al tachar de fascista a Aznar y de mentecato a Iturgaiz. En la pista de aterrizaje esperaba al italiano el Euzkadi Buru Batzar, la plana mayor del PNV, cuyos miembros no sospechaban que a las puertas de Ajuria Enea aguardábamos un puñado de militantes de Nuevas Generaciones.

Nuestro plan era entregar a Cossiga un listado con todas las víctimas de ETA, otro con los miembros del PP escoltados y una colección de frases racistas de Sabino Arana, aunque para hacerse una idea del fanatismo del fundador del PNV bastaba con abrir al azar un tomo de sus obras completas. No pudimos entregar a Cossiga los documentos en mano como hubiéramos deseado, pues el coche en que viajaba pasó de largo y entró directo en la residencia oficial del lehendakari. Aun así, al italiano el gesto le sentó fatal, pues se despacharía con los periodistas diciendo que nunca unos muchachos, algunos de los cuales le constaba que ocupábamos cargos en el partido del Gobierno de España, se habían dirigido a él de forma tan insolente y villana. En la ceremonia de entrega, Ibarretxe pidió perdón a Cossiga hasta en tres ocasiones, con el nerviosismo propio del nuevo rico que se avergüenza ante un invitado importante de los parientes pobres.

Es conocido lo fina que tenía la piel Ibarretxe, quien asumía la crítica política, incluso la hecha con humor, como si de ataques personales se trataran (son los riesgos de jugar al caudillismo). Cuando su plan secesionista estaba en todo su furor, en Nuevas Generaciones imprimimos una serie de billetes en los que aparecía el lehendakari coronado como Juanjo I, rey del Estado Libre Asociado de Euskadi. Si la broma le molestó, debió guardárselo para sí, y no enseñar uno de esos billetes —«pornografía política», los llamó, indignado— en un mitin de su partido, en el que seguro que más de uno tuvo que aguantarse la risa. Otro que demostró poca capacidad de encaje fue el líder de EGI, las juventudes del PNV, cuando nos invitó a adjuntar a la documentación que habíamos preparado para Cossiga la biografía de Melitón Manzanas, jefe de la Brigada de Información de San Sebastián asesinado por ETA en 1968.

A Manzanas el nacionalismo y cierta izquierda siempre le han tachado de



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